La importancia de las emociones para los niños (y para los no tan niños)

13.12.2017


Está muy de moda, últimamente, hablar acerca de las emociones. Realmente, me cuesta entender que anteriormente no se le diera la importancia que realmente tienen, y aún queda mucho por hacer.

Las emociones nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida. Están presentes todo el día, pues son aquellas reacciones que suceden dentro de mí al recibir estímulos. ¿Y acaso alguna vez dejamos de recibirlos? 

Creo firmemente que si existiera una educación emocional más amplia que comenzase desde que somos pequeños podríamos ahorrarnos futuros problemas en la vida adulta. ¿Alguien te ha enseñado alguna vez cómo gestionar tus emociones? Pues justo de eso se trata. Aprender a gestionar nuestras emociones necesitaría ser una asignatura más en el colegio.

Las emociones son necesarias e imprescindibles en la vida de todos. También en la de los más pequeños. 

Los niños comienzan a desarrollar su relación con las emociones a partir de la observación de su entorno. Se miran y aprenden de las personas que están a su alrededor, funcionando como espejo. Es por eso que cuando los adultos no sabemos gestionar nuestras emociones adecuadamente, el niño aprende de la misma manera en que nosotros nos relacionamos con ellas. Por ejemplo, si nos enfadamos y damos un golpe en la mesa, el niño probablemente no sepa gestionar su propio enfado reaccionando de una forma similar o igual a la que ve en el adulto. 

¿Cómo puedes explicarle a tu hijo qué son las emociones?

Las emociones son aquellas sensaciones que sentimos dentro de nosotros. Son reacciones a algo que vives, que piensas, o que estás haciendo. También se despiertan emociones cuando pensamos en cosas del pasado o cuando nos planteamos nuestro futuro. 

Por ejemplo: Cuando te acuerdas de tu profesora que te caía muy bien el año pasado en el colegio, sientes un poco de tristeza. Esa tristeza te hace sentir el aprecio que le tienes. Cuando piensas en el examen que tienes mañana sientes nervios, y esos nervios son los que pueden ayudarte a la hora de ponerte a repasar de manera concentrada para que el examen te salga genial. 

No podemos evitar las emociones que sentimos, son incontrolables. Pero sí que podemos decidir qué hacemos con ellas. 

¿Cómo sabemos lo que estamos sintiendo?

El primer paso para saber qué sentimos es pararnos a escuchar a nuestro cuerpo. Éste puede decirnos muchas cosas si te concentras. Tu cuerpo lo nota todo y te envía señales para que te des cuenta. 

Cuando somos capaces de escuchar a nuestro cuerpo podemos decidir qué hacer con las señales que nos manda y con las sensaciones que sentimos. 

No todas las veces reaccionamos bien ante ellas. Evitamos sentirnos tristes o estar nerviosos. No nos gustan las sensaciones desagradables, y no nos damos cuenta de que esas sensaciones están ahí por algo. 

Cuando le enseñamos a los niños a que nosotros no sólo mandamos sobre nuestro cuerpo (si queremos hacer una carrera, le ordenamos al cuerpo que corra. Si nos apetece un dulce, le decimos al cuerpo que abra la nevera...), sino que también, nuestro cuerpo nos envía señales que podemos reconocer dentro de nosotros. 


¿Cómo ayudar a nuestros hijos a convivir con sus emociones?

Es muy importante que en casa se emplee el idioma emocional, es decir, que sea habitual hablar acerca de cómo nos sentimos, qué emociones o qué sensaciones se producen en nuestro interior y comentarlas de manera abierta. De esta forma, nuestros hijos desarrollarán su propio autoconocimiento, así como la mejora de su empatía. 

Las emociones básicas son: alegría, tristeza, miedo, asco y enfado. Hay otras muchas con las que lidiamos en nuestro día a día: vergüenza, agradecimiento, cansancio, nerviosismo, irritabilidad, seguridad...Es importante introducirlas en nuestro lenguaje diario para que los niños puedan etiquetar lo que sienten en el momento que lo perciban. 


Es necesario que perciban que están sintiendo algo. Esto se consigue cuando se paran a escucharse y se concentran en esa sensación que está en su cuerpo.

Cuando percibimos lo que estamos sintiendo, podemos identificar qué es exactamente lo que estamos experimentando.  A veces, sentimos que tenemos hambre cuando nos suena la barriga. Que estamos cansados cuando bostezamos constantemente. Sentimos tensión cuando nuestra espalda y hombros se engarrotan, y así sucesivamente con un sinfín de sensaciones.

La gestión emocional consiste en entender lo que estamos sintiendo y aceptarlo. Es decir, que no lo quieran cambiar: "no podemos pretender que salga el sol, cuando fuera está lloviendo a raudales". Por lo que será necesario que sepan sentarse (metafóricamente hablando) al lado de su emoción, que la escuchen, que la entiendan, y que la dejen estar ahí. Somos nosotros lo que decidimos qué hacer con ellas, pero no podemos hacerlas desaparecer. 

Sí es cierto, que esto requiere, como todo entrenamiento, tres ingredientes clave: tiempo, esfuerzo y consciencia. Pero no hay nada que no se consiga con trabajo.

La psicología infantil apoya la práctica de la inteligencia emocional a través del mindfulness como una técnica (que a posterior se convierte en un estilo de vida) para ayudar a los niños a gestionar sus emociones y ser inteligentes emocionalmente hablando. 

Como ya he dicho alguna vez... "educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto". Es por ello, que no debemos obviar la importancia que tiene el mundo emocional en los niños, y en los no tan niños. 

Si quieres recibir más información ponte en contacto conmigo, y estaré encantada de ayudarte. 





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